En cuanto a su biología, las meliponas se caracterizan por construir sus nidos en cavidades preexistentes, principalmente en árboles, aunque algunas especies también nidifican en el suelo. A diferencia de las abejas melíferas, las meliponas no presentan un panal único, sino que este se divide en panales horizontales separados de los depósitos de miel y polen por láminas de involucro. La miel, producida en potes de cerumen, es un recurso alimenticio fundamental para estas abejas y ha impulsado su uso en la meliponicultura, una práctica ancestral que busca el aprovechamiento sostenible de sus productos.
Un aspecto distintivo del género Melipona es la determinación genética de las castas. A diferencia de otras abejas, la casta a la que pertenece una melipona (obrera, reina o zángano) está definida desde su nacimiento, lo que permite una numerosa producción de reinas vírgenes. Cabe destacar que todas las celdas del nido, incluso las destinadas a las reinas, tienen el mismo tamaño.
Sin embargo, la presión antropogénica sobre sus ecosistemas ha reducido drásticamente las poblaciones de estas abejas. La destrucción de su hábitat natural, el uso excesivo de pesticidas y el cambio climático son solo algunas de las amenazas que ponen en riesgo su supervivencia.
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Abejas "boca de sapo" y su piquera |
Las abejas meliponas, con su fascinante biología, su miel única y su papel crucial en el ecosistema, son un tesoro que debemos cuidar y proteger. Su presencia enriquece la biodiversidad de nuestro continente y nos recuerda la importancia de mantener un equilibrio con la naturaleza. Es nuestro deber garantizar que estas abejas continúen volando y polinizando nuestras flores por muchos años más, preservando así un legado invaluable para las generaciones futuras
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